ARISTA SANTA BÁRBARA – CAYAMBE 2019

Esa mítica arista en la cara norte del Cayambe; nadie sabe quien fue el primero en escalarla pero siempre ha causado mucha fascinación.

Participantes del CAP

Jefe del proyecto: HENRY MANOSALVAS

Miembros participantes: HENRY MANOSALVAS, WALTER SALAS

  • Fecha: 7-8 de diciembre 2019
  • Montaña: Cayambe
  • Elevación: 5,790 m
  • Ruta: Arista Santa Bárbara
  • Graduación: TD (très difficile / muy difícil), AI4, M4+

 Fotos:

* Fotos de la escalada cortesía de los miembros del Club de Andinismo de la EPN

Reporte de escalada

Recogí a Walter, Cornelia y Pablo aproximadamente a las 9 de la mañana. Planeaba llegar a Cayambe, desayunar, trasladarnos hasta el refugio en una camioneta alquilada, armar nuestro campamento y, luego de almorzar, escalar en glaciar hermoso, finalmente en la noche, haríamos el pegue por la ruta la “Arista Santa Bárbara”. Claro, si el clima lo permitía y de no, hacerlo por la ruta normal.

Pero… como dicta la cuarta ley de mi Manual de Vida, “Nunca hagas planes a largo plazo”, mi instinto me decía que no lograríamos seguir el plan. De hecho, los cambios empezaron desde que recogí tarde a los muchachos, lo que fue haciendo que el plan pierda su esencia. Llegamos a Cayambe a la hora del almuerzo, y para reducir costos compartimos camioneta con algunos compañeros del CAP. Ni mencionar cuán tarde llegamos al refugio… claro, en conjunto con una ligera llovizna que asustaría al hijo-de-la-uurbe promedio y desistimos del plan de armar un par de rutas de escalada en hielo.

Hay que recalcar que lo que nos hizo desistir de escalar el Glaciar Hermoso, no fue la llovizna. Somos seres peculiares. Seres que pueden sentirse felices con un sorbo compartido de agua caliente, endulzada con apenas algo de azúcar, en medio de una tormenta. Con hambre, con frío, agotados del cansancio. Lo que nos hizo desistir fue el hecho de que apenas teníamos un par de horas para alistar el equipo, comer, descansar y volvernos a levantar para iniciar el pegue.

Así que, en honor al tiempo, y para optimizar las dos horas que nos restaban, decidimos por analizar brevemente la estrategia que tomaríamos para la ruta y, jugar unas buenas partidas de “40” con los compañeros del CAP, claro, para no dejar de festejar a Quito, tierra querida.

Resultado de la estrategia: con la incertidumbre de una ruta que nunca antes habíamos intentado, acordamos salir a las 10 PM, para solventar cualquier imprevisto.

Inicio.

Ir a la cumbre a través de la arista Santa Bárbara suena más fácil de lo que parece. Las personas a las que pides referencia no dan recomendaciones fuera de este mundo: que debes tener cuidado, dicen. Que un guía tuvo que ser rescatado hace un par de meses, dicen. Que no olvides hidratación, piolets, crampones, dicen. Pues permítanme anticiparles que esas recomendaciones se vieron mermadas en el ascenso, pues nos tocó descubrir todo a mitad del pegue. Ya en nuestras casas, investigando, descubrimos también que esta ruta se considera una de las más difíciles y técnicamente más extenuantes del país, tiene una graduación TD en escala Francesa, y los Guías Aseguim, toman sus cursos en esa ruta.

Pero vamos al detalle de cómo la hicimos: Tomamos la ruta normal desde el campamento a lado del refugio, para ello, debimos rodear el terreno hasta los glaciares más bajos de la montaña. Estos glaciares están alejados de la Ruta Normal de Cayambe y raramente se cruzan. El terreno es inhóspito y, si en la ruta normal es común encontrarse con grietas, pues para que se hagan una idea, tomen las grietas que se encuentran en la ruta normal multiplíquenlo por el infinito y no tendrán ni un atisbo de lo que hablamos. Fue común ver un sin fin de líneas que indicaban el trayecto de las piedras o hielo desprendido y caminar entre los restos arrojados por la montaña.

Aumentaba la tensión que ninguno se atrevía a comentar. Avanzamos con el mayor cuidado posible y, luego del paisaje fuera de lo común de grietas que dejamos atrás, alcanzamos a ver a unas cuantas decenas de grietas más adelante, sin imaginar que nos esperaba una enorme muralla rocosa que daría inicio a nuestra verdadera “Arista Santa Bárbara”.

Montarse la arista pareció la parte más difícil del trayecto. Por la cantidad de roca suelta y la falta de luz, no se veían pasos complicados, pero a medida que avanzábamos comprendimos lo equivocados que estábamos. Empezamos progresando en simultáneo, hasta llegar a progresión en multilargos. Progresamos por una hora por la arista y a las 5 de la mañana llegamos a la base de una pared de aproximadamente 200 metros. “¡¿Qué?! ¡¿A dónde, nos venimos a meter?!” …

Como aún nos cobijaba la penumbra de la noche, y se venía la parte más dura de la ruta, decidimos descansar, comer algo y planificar el siguiente tramo hasta que amaneciera.

La pared.

Con los primeros rayos del sol empezamos a escalar nuevamente, la vía estaba bastante descompuesta y con una fina capa de nieve en algunos lugares y roca expuesta. Según las recomendaciones que nos hicieron, estábamos dentro del itinerario. Aunque encontramos varias cintas y estaciones donde aparentemente otras cordadas quizá desistieron de la ruta al descubrir el monstruo que tenían enfrente, ese no fue nuestro caso.

Armamos nuestro nuevo anclaje, y emprendimos una travesía hacia el este, con algo de nieve basura que no era la suficiente para mantener fijos los piolets y tampoco permitía hacer un dry tooling con seguridad. Entonces, la mecánica de la travesía consistió en golpear la nieve con toda la fuerza (además de la esperanza de que sea segura) y sentir como las vibraciones, producto del choque con la dura roca, recorrían la cuchilla, el mango, el cúbito y radio, hasta el cráneo. El dolor vibrante era insignificante ante el hecho de ver la nieve inestable que se desprendía de la piedra como si un niño la hubiese roto y rearmado, de tal manera, que su madre no se dé cuenta; pero con el mínimo movimiento el arreglo lo delataba. Así de frágil estaba la nieve. A cada paso se repetía lo mismo. No podíamos olvidar que un error significaba una caída de unos cuantos cientos de metros a la nada, lo que aumentaba la emoción del recorrido.

Avanzamos cerca de 30 metros en una pared casi vertical (89,9°) con apenas un seguro intermedio. Nos motivó lo que se venía: un ascenso vertical del mismo tipo, pero con pasos aún más complejos que sorteamos haciendo progresiones de 20 o 30 metros, sin colocar protecciones por el terreno.

En el segundo largo de forma repentina se escuchó un ronquido que aumentaba progresivamente su intensidad. El ronquido de la montaña antes de despertar. Era una gigantesca avalancha a unas decenas de metros a la izquierda de donde nos encontrábamos, que nos daba la bienvenida. ¡Ay, bendita Santa Bárbara, santa mismo es!

Nunca había visto o escuchado algo así, toneladas y toneladas de hielo se desprendían de la montaña, y levantaron una gran cortina de nieve que tardó en disiparse.

Agradecimos a Santa Bárbara que no estábamos en esa zona y, luego de dejar de pensar en que hubiese pasado si…, continuamos escalando.

Luego de escalar casi 100 metros realicé un mal paso y resbalé, aunque no sufrí una gran caída, me disloqué el hombro y en medio de una pared muy expuesta y con bastante temor, me coloque el hombro en su lugar, al estilo “Rambo” (menos mal mi compañero no cortó la cuerda cuando colgaba acomodándome el hombro). Ya con mi hombro en su lugar, consideramos descansar unos minutos, aunque perdimos mucho tiempo y energía debido a mi caída, dada la dificultad y dolor en este punto, me encontraba exhausto y solo quería terminar la arista.

Varias decenas de metros después, en una vía excesivamente expuesta, llegamos a una pendiente de nieve que conectaría con la cumbre máxima. Para nuestra sorpresa había una grieta de casi 15 metros de ancho que nos impedía el paso hacía la cumbre. Ay, Santa Bárbara. Decidimos bordear la grieta y buscar el camino de bajada de la ruta normal. En la búsqueda encontramos un puente de hielo de 60 cm de grosor y 50 cm de profundidad, pero después de habernos salvado de la avalancha, preferimos no tentar a nuestra suerte y continuar buscando. Encontramos nieve demasiado floja que algunos casos cubría totalmente nuestras piernas y un enorme acantilado. Cada paso fue crítico y demorado ya que se necesitaba por lo menos 4 minutos para compactar la nieve y continuar.

Después de atravesar gigantescas grietas, puentes de hielo, nieve floja y respirar azufre, por fin encontramos el camino de regreso. Gracias Santa Bárbara. Estábamos totalmente exhaustos y faltaba la parte más dura de todas: el descenso.

Luego de algunas horas de estar incomunicados, logramos contactarnos con Cornelia y Pablo, que nos estaban esperando en el campamento base, les pedimos que no nos abandonen, que nos encontrábamos bien y no era necesario que pidan que nos rescanten, y que un par de horas llegaríamos, quedamos de acuerdo en encontrarnos en el camino hacia el arenal y seguimos con el descenso. Llegamos al campamento aproximadamente a las 6PM. La jornada duró 20 horas y fue extremadamente agotadora, pero llegamos.

Gracias Corne y Pablo, para ustedes, con gratitud y cariño

Autor: HENRY MANOSALVAS
Parque Nacional Cayambe Coca