Viaje a Través de los Majestuosos Andes de Ecuador, Edward Whymper

Whymper: El Cotacachi desde Caranqui
Estudiando el Cotacachi a distancia, habíamos determinado ascenderlo por el S. o el S.O. Cuando pudimos inspeccionar el horizonte desde la Punta Jarrín, encontré que era, con mucho, la más elevada y también la única montaña nevada al norte de la Línea Ecuatorial, y que el más meridional de sus dos picachos era el más alto. El Jefe de Estado Mayor sostuvo al contrario la opinión de que lo era el septentrional; pero, lo desengañé, porque el teodolito, hallándonos a un nivel casi igual que el de la cima de la montaña, dejaba ver una marcada, aunque pequeña diferencia a favor del meridional…
Nos dirigimos entonces al N.N.O. hacia Itaqui, (10,049 pies), una hacienda diminuta, cuya casa era la más elevada sobre la montaña, y estaba al cuidado de un viejo indio…
Cuando pasamos de Iltaqui, el indio nos guio a un pequeño valle que se dirige a un lomo meridional del Cotacachi, y, llegando a él, se vuelve bruscamente a la derecha, con dirección a la cumbre. Las quiebras y fisuras que aparecían en la arista de este lomo sugerían de nuevo la idea de que se producían asentamientos. Nuestro guía nos condujo bien, llevándonos, poco después de mediodía al pie del picacho final, hasta más de 14,000 pies sobre el nivel del mar. El terreno se hizo entonces demasiado áspero para los animales, y nos paramos para deliberar.
En esta dirección el Cotacachi tenía una forma más bien piramidal que cónica; una de sus fases, la que daba frente al E, a la hoya de Imbabura, era muy precipitosa; y había otra al O. menos abrupta y cubierta en gran parte por la nieve. Por ahí debíamos hacer nuestro camino, y como alcanzáramos a ver un pedacito de terreno plano en buena dirección, todos pusimos manos a la obra para transportar el equipaje allá. Hacíamos el segundo viaje cuando ocurrió una completa transformación: un cielo despejado se nubló por completo, la montaña se perdió entre la niebla, y después de la consiguiente caída de lluvia, granizo y cellisca, se desató una furiosa tempestad de nieve que volvió la atmósfera tan opaca que, a pesar de encontrarnos a pocas yardas de distancia, no podíamos vernos uno a otro. Los naturales abandonaron sus cargas y escaparon, mientras Verity y los Carrel permanecían en su trabajo, procurando colocar las tiendas en medio de un diluvio de nieve que se arremolinaba en una verdadera tormenta; las ráfagas de viento hinchaban las lonas de las tiendas, desafiando sus esfuerzos para instalarlas, el viento nos zarandeaba como a juguetes suyos, y ni los largos brazos de Luis, ni los fuertes de Juan Antonio y Verity podían nada contra él. Fue esta la única ocasión en que encontramos imposible erigir debidamente nuestra habitación.
Las tiendas que llevé al Ecuador se parecían mucho a la descrita en Scrambles amongst the Alps; pero, las pértigas estaban divididas, fijándose las mitades inferiores en las superiores por medio de una espiga; de esta manera, separándolas, El Cotacachi desde medio de una espiga; de esta manera, separándolas, podía hacerse son ellas con ellas bultos de un tamaño conveniente para que viajaran a lomo de mula. La madera estaba barnizada para impedir que absorbiera humedad; pero, uno de mis ayudantes creyó hacerlo mejor raspando las espigas para que encajaran con más facilidad, y volvió las cosas peores aún de lo que estaban al principio; la madera se hinchó, y no se deslizaba con la misma facilidad que antes; y en la prisa del momento se plegó parte de la lona, impidiendo que una de las mitades inferiores ajustara con su correspondiente superior; nos esforzamos en vano para rectificar el daño y cuando, por último, estuvo montada la tienda, tuvimos que relevarnos en las siguientes catorce horas soportando la esquina falta de apoyo para que no se viniera todo el establecimiento al suelo.
Por la mañana habían seis pulgadas de nieve reciente alrededor de la tienda y toda la montaña estaba cargada de ella. ¿Seguiríamos adelanté? Si hubiera sido nieve seca, pulverizada, habría desistido de ello. No hay razón, aparte del mayor trabajo que supone, para no atravesar declives cubiertos de nieve reciente, con tal que ésta tenga cohesión; pero, las partículas de nieve granular se sueldan con lentitud y, si el tiempo es frío, pueden pasar varios días antes de que se adhieran unas a otras. Felizmente, nunca vimos en el Ecuador nieve de esta clase, que es muy común en las regiones elevadas; nuestra nieve era húmeda. Debe ser el resultado de intensos fríos; pero, como al caer atraviesa una atmósfera cuya temperatura es bastante superior al punto de congelación, llega a tierra en estado de fusión, y no tiene la tendencia, característica de la nieve granular, a deslizarse por los declives.
Avanzamos, por lo tanto, después de una inspección preliminar, y a las 11.35 del 24 de abril nos encontrábamos en el punto más elevado del Cotacachi. Ocupamos ciento noventa minutos en subir del campamento, (14,490 pies), a la cumbre, (16,301 pies); ascendimos, en consecuencia 571 pies por hora, término medio muy inferior a los alcanzados en el Antisana y en el Cayambe, debido a la precaución con que caminábamos para evitar un desequilibrio de la nieve, y debido también a lo más escarpado del terreno. Noté que andábamos 657 pasos sin pararnos cuando nos hallábamos entre 15,000 y 16,000 pies de altura, lo que se puede comparar favorablemente para nosotros, con experimentos hechos por expertos alpinistas, a igual altura (presión) sobre el Mont Blanc. Aunque debo confesar que los pasos eran cortos, como al principio del viaje éramos incapaces de hacer cosa semejante, hay razón para creer que en el transcurso de los últimos cuatro meses nos habíamos habituado un tanto a las bajas presiones.
La verdadera cúspide del Cotacachi es un pico de lava, rajado por el frío, en extremo enhiesto hacia el fin y, en consecuencia, con poca nieve. Lo estimo unos 150 a 180 pies más alto que el septentrional, o segunda cumbre. Esta montaña es quizás el undécimo de los altos Andes ecuatorianos. Dice la tradición que hace algunos siglos se encontraba en erupción, y no es imposible que se halle enterrado su cráter bajo el glaciar que ocupa la depresión de entre los dos picachos.