Nevados de Ecuador y Quito Colonial, Ángel N. Bedoya Maruri, 1976

Es el Cotopaxi el más elevado de los volcanes de los Andes que en épocas recientes ha sufrido erupciones. Su altura absoluta de 5.757 m. es el doble que la del Canigou excediendo por tanto 800 metros la que tendría el Vesubio situado en el pico de Tenerife. Es también el Cotopaxi el más temido de todos los volcanes del Antiguo Reino de Quito por sus fuertes y devastadoras erupciones. Una montaña colosal formarían reunidas las escorias y porciones de rocas arrojadas por dicho volcán y que cubren los valles próximos en una extensión de muchas leguas cuadradas.
La más bella y regular de todas las cimas de los Andes es la del Cotopaxi, cono perfecto que revestido de una enorme capa de nieve, brilla a la puesta del sol, y se destaca pintorescamente de la azulada bóveda del cielo...
Sólo desde muy cerca del borde del cráter se perciben algunos bancos de rocas que jamás se cubren de nieve y que desde lejos parecen líneas negras, fenómeno que debe atribuirse a la pendiente rápida de esta parte del cono y las grietas que despiden corriente de aire caliente al exterior...
En el Cotopaxi es difícil llegar a la línea inferior de las nieves perpetuas, en razón de las profundas grietas que rodean el cono y arrastran en las erupciones hasta los ríos Napo y de Alaques, escorias, pómez, agua y témpanos de hielo. Esta dificultad la comprobamos personalmente en 1802. Examinado el volcán de cerca se puede asegurar que no permite que se llegue al borde de su cráter.
Dada la regularidad que afecta el cono de este volcán, sorprende hallar al sudeste y medio oculta por la niebla, una pequeña masa rojiza erizada de puntas que los naturales llaman Cabeza del Inca; denominación de origen incierto, y fundada en una tradición popular que afirma haber ido esta roca en otro tiempo parte del Cotopaxi; aseguran los indios que el volcán lanzó en su primera erupción una masa pétrea que cubría la enorme cavidad del fuego subterráneo.
Carta del Dr. W. Reiss á S.E. Presidente de la República, Gabriel García Moreno

Wilhelm Reiss (13 Junio 1838 – 29 Septiembre 1908), Geólogo y Explorador Alemán
...La peña firme era menos fatigosa que el piso inseguro del arenal, y aquí podíamos caminar sin atender constantemente a las piedras que desprendiéndose de las rocas de la cúspide, bajaban en saltos inmensos por el arenal y silbando como balas; agachandonos unas veces, saltando otras a mi lado y otro, evitabamos el ser lastimados por muchas de estas piedras que cayendo de mas de 300 metros de altura, y en ocasiones grandes como la cabeza de un hombre, tenían bastante fuerza para herimos gravemente. Hasta entónces habia ido yo delante, pero viendo que mi mayordomo perdia el animo cuando se quedaba muy atras, le dejaba tomar la delantera y seguia yo detras. El piso en esta última parte es muy malo, por que las piedras descompuestas se van rompiendo y desmoronandose bajo el peso del hombre. Una de aquellas piedras cayendo al cabo sobre mí, en un punto en donde fué imposible evitarla, me causó una herida que casi me obligo a volverme desde muy cerca de la cúspide, y que- -todavía hoy, despues de mas de un mes, no se ha sanado completamente. Envuelta en nubes estaba la cúspide, y a esta causa nos parecían muy lejanas y muy altas las peñas que teniamos delante; pero faldeando un poco por el lado del sur, llegamos repentinamente a la cima. En ese mismo instante se disiparon las nubes, y por la primera vez sondeaban ojos humanos el fondo del crater del Cotopaxi.
No puedo ni quiero negar que me ha causado contento el haber alcanzado a ser el primero en subir al mas alto de los volcanes activos del mundo. Una sensacion igual a la mia se pintaba tambien en la cara de mi compañero, angel María Escobar de Bogota, que habia alcanzado un verdadero triunfo al subir hasta esa altura sufriendo mucho por la rarefaccion del aire, miéntras que yo no había sentido nada en todo el camino. El borde del crater estaba tapado con nubes que sin llenar su cavidad, pasaban por la cúspide del cerro. Nosotros habíamos llegado a la parte occidental del labio Sur, al lado de la cúspide del suroeste, en una parte dónde no habia nieve ninguna...
...Poco nos faltaba para llegar a las peñas de la cúspide del suroeste, que es la segunda en altura. Mis observaciones trigonometricas, repetidas varias veces de puntos diversos y con bases independientes; me han dado 5943 metros de altura de la cúspide del norte y 5922 metros de la del suroeste. Mi barómetro me daba 5993; así pues, los resultados obtenidos por ambos métodos dan las alturas mucho mayores que las publicadas por los viajeros anteriores. Es muy probable que la temperatura del aire que he tomado en el calculo, sea demasiado subida; pero como probablemente todo el aire encima del crater tiene una temperatura un poco elevada a causa de sus vapores calientes, no me ha sido posible obtener datos mejores. Las rocas de la cúspide suroeste estan rajadas por todas partes y vapores de 68 grados centígrados salen en grandes cantidades con olor tan fuerte de acido sulforoso que no se les puede sufrir cuando el viento los lleva hacia el observador...
...28 de Noviembre de 1872. Cúspide del suroeste, 0.4C, 11 y 45 am. 5992 metros...
...Miéntras yo estaba como cabalgado en el borde del crater teniéndome de angel María con la una mano y examinando con la otra los depósitos de las fumarolas, una rafaga de viento me llenó ambos ojos de arena impregnada de acido sulfúrico, causandome una inflamacion inmediata y muy fuerte, cuyas consecuencias he padecido durante muchas semanas. Así, pues, casi ciego, ya no podía pensar en otra cosa que en bajar tan a prisa como fuera posible. A las 11 y 45 minutos habiamos llegado al borde del crater, y a la 1 y 15 minutos principiamos la bajada. Evitando como podíamos las rocas duras, bajabamos muy a prisa sobre la arena... Unas tunas y un poquito de aguardiente mezclado con pedazos de hielo nos refrescaron; y alegres, y sin cuidarnos de un granizo sutil, bajamos corriendo por la arena. Pocos instantes despues llegamos al principio de la lava, y a las 3 y 30 minutos entramos en el campamento, en el instante en que principiaba una fuerte nevazon...
...he mostrado el camino, y que otros viajeros mas habiles, mas fuertes y mas afortunados que yo, podran subir de aquí en adelante al crater del Cotopaxi sin tropezar ya con la dificultad de las dificultades, esto es, con la conviccion general de que es imposible llegar a él...
...En las relaciones de subidas a altos montes se habla mucho de la influencia que ejerce la rarefaccion del aire. Yo no he sufrido en el Cotopaxi dificultades de esta clase. Siempre es difícil caminar en tan grandes alturas; pero esta dificultad principia entre 4000 y 4500 metros, y no me ha parecido que se aumenta con la altura. En otros cerros y en alturas menores he sufrido mucho mas, principalmente de un dolor de cabeza muy fuerte y de tal falta de respiración que he creído ahogarme. Mi mayordomo y los peones que me acompañaron en el Cotopaxi padecieron todos estos males, y uno de ellos, hombre muy guapo, se quedó vomitando en la mitad del camino, pero a ninguno le salió sangre de las narices ni de ninguna otra parte. Que los animales estan sujetos a los mismos males, se demuestra en la dificultad con que caminan las mulas en alturas mayores de 4000 metros; y también mi perro qué por lo regular no parecía sufrir, llegó hasta el crater quejandose mucho y fué preciso animarle continuamente para que no se quedase atras...
Viaje a Través de los Majestuosos Andes de Ecuador, Edward Whymper

Crater del Cotopaxi, dibujado por Edward Whymper, 1880
Partimos de Machachi para el Cotopaxi el 14 de febrero. La partida constaba de Juan Antonio y Luis, el Sr. Perring, seis naturales de Machachi que hacían de portadores, nueve mulas con tres arrieros y un par de ovejas, desgraciados animales que mostraban la mayor repugnancia para marchar al degolladero; estiraban las patas resistiéndose y negándose a moverse, y cuando, por último, después de infinita persuasión se les indujo a seguimos, corrían entre nuestras piernas, tratando de volcarnos…
No era un buen sitio de campamento, pues faltaban dos artículos de indispensable necesidad, el agua y la leña; y, la mitad de mis fuerzas subió en requerimiento de nieve, mientras los demás bajaban dos mil pies, en busca de chaparro, dejándome a cargo del campamento para servir de cocinero, jornalero y ovejero. Se había ya matado una de las ovejas, algunas de las mejores lonjas estaban en nuestras ollas y calderas, listas para cocinarse, y yo prometí a mi gente que cuando regresase tendría un alimento tal que nos compensaría por todos los días de ayuno. Pero cuando se hubieron ido, principié a creer que les había ofrecido demasiado, pues la leña no ardía, y yo tenía que acostarme sobre el estómago, para mantener vivo el fuego, soplando fuerte; principió a caer nieve y granizo, y sentí que los pies se me ponían helados, mientras la cabeza me quemaba. En ese momento oí ruido, y mirando lo que pasaba, distinguí que la oveja que no había sido convertida en carne, se había desligado de sus ataduras y corría vertiente abajo; le di caza, la cogí y le amonesté sobre la maldad de intentar escaparse; parecía avergonzada, pero no quiso regresar sino después de muchas admoniciones; cuando llegamos, encontré que la oveja convertida en carne se había volcado, casi apagando el fuego. Todo el caldo se había vertido sobre la ceniza, el fuego estaba casi extinguido y la carne se había cubierto de la más abominable capa de lodo. Nunca, ni antes ni después, he visto un alimento más repugnante, y me sonrojo aún al pensar en las maquinaciones de que tuve que valerme para dejarlo presentable. Pero, el fin justifica los medios, y mi gente nunca llegó a saber que limpié la carne con el cepillo de zapatos, y las ollas con un pañuelo de bolsillo…
Nos apresuramos a subir este inestable declive tan presto como pudimos, y llegamos al borde occidental de la cumbre, exactamente al mediodía. El cráter estaba casi lleno de humo y vapores que se esparcían en el aire y obscurecían la vista. Apenas se podía distinguir el lado opuesto, y el fondo estaba oculto por completo. Conforme los vapores eran arrojados de aquí para allá, pudimos irnos formando una hermosa idea del cráter, aunque por entero no pudimos verlo hasta la noche.
Pocos minutos después de nuestra llegada, un rugido del fondo nos advirtió que "el animal", (nombre que al volcán había impuesto Carrel), estaba vivo. Se había acordado de antemano que si ocurría alguna erupción mientras nos encontrábamos en el cráter, cada cual miraría por sí, y se abandonarían todas nuestras pertenencias. Cuando se oyó el rugido había un "¡sálvese el que pueda!" escrito en el rostro de cada uno de nosotros; pero, antes de que pudiéramos decir una palabra, nos vimos envueltos en una nube de tibio vapor, que no admitía objeciones y nos obligó a detenernos.
La primera consideración fue el establecimiento de la tienda. Se decidió de común acuerdo que no era prudente acampar en la cima del declive, cerca del borde o labio del cráter, por razón del viento y de quedar expuestos a ser heridos por un rayo; y, cuanto más examinaba el declive, menos me gustaba para el objeto. Estaba desnudo, expuesto, y se deslizaba a la más ligera provocación. Juan Antonio y yo, por lo tanto salimos en busca de un sitio mejor; pero, después de dar vueltas casi a una cuarta parte del cráter, volvimos sin ningún resultado, y nos pusimos todos a trabajar, tratando de formar una plataforma sobre la ceniza. Nos resultó un trabajo largo y penoso…
Cuando la noche cerró por completo, subimos para ver el cráter. La atmósfera estaba fría y tranquila; alcanzábamos a oír el amortiguado silbido del vapor que se escapaba de tiempo en tiempo. Colocamos nuestra larga cuerda entre el borde del cráter y la tienda ya para que nos sirviera de guía en la oscuridad, ya para evitar el peligro de la pérdida del equilibrio sobre el declive de ceniza. Asiéndome a ella hice mi camino hacia arriba, preparándome para ver algo dramático; pues un vivo resplandor de los labios inferiores de las nubes de vapor indicaban que había fuego debajo. Arrastrándome conforme me acercaba al cráter, me inclinaba ansioso de escudriñar lo desconocido, con Carrel detrás, asido a mis piernas.
Los vapores no nos ocultaron por más tiempo ninguna parte del vasto cráter, aunque seguían escapándose. Vimos un anfiteatro de 2300 pies de diámetro de N. a S. y 1,650 de E. a O., con una cresta irregular y abrupta, dentada y resquebrajada, circundada por peñascos, por precipicios perpendiculares y rocas sobresalientes, y escarpados declives, algunos de ellos cargados de nieve, y otros incrustados de azufre; recintos cavernosos que vomitaban humo; las paredes de las grietas y hendeduras del medio, iluminadas por una luz intensa; y, por todos lados, hacia el fondo, los precipicios alternando con los declives, y aumentándose las grietas ígneas, conforme se acercaban a él. En el fondo a unos 1,200 pies debajo de nosotros, y hacia el centro, había un punto circular, de un diámetro diez veces menor que el del cráter, el respiradero del volcán, llena su canal de comunicación con las regiones inferiores, de lava incandescente, si no fundida, llameando y relampagueando; las llamas andaban de aquí para allá sobre su superficie, con centelleo que se asemejaba al del fuego que surgía de las hendeduras de los declives circundantes…
Revista Campo Abierto No. 9, Julio de 1986

Augusto Nicolás Martínez: Científico Ecuatoriano, Montañista, Granjero, Investigador y Educador, Ambato 1860 - 1946.
Se enojará nuestro buen amigo Manuel María Bucheli si digo de él que es tan mal andinista como inmejorable amigo y habilísimo mecánico? No lo haré, de seguro, pues eso de no ser buen andinista ni quita ni pone rey, ni disminuye en un ápice sus buenas prendas. Pero, ¡Válgame Dios! ¿No fue él quien, contra todas las reglas del alpinismo me metió en la cabeza la idea de hacer en bicicleta la primera etapa del viaje? ¿No fue él quien cargó con tanto impedimento como si fuéramos al Polo Norte? ¿No llevó él un celebérrimo reverbero "Primus" de gran volumen en el que el agua no hirvió en 40 horas, y una lámpara de carburo que se volvió añicos antes de prestar servicio alguno, y aparatos para todo y herramientas para algo...? ¿No fue él quien experimentó supersticioso terror al ver arrojar fuego al Cotopaxi, la víspera de la ascensión, y cayó de rodillas y alzó las manos al cielo, exclamando: "Mi abuela que lo suba".
El 30 de diciembre, a las 7 de la mañana, emprendimos la marcha a horcajadas en nuestras bicicletas. A las 11 llegamos a Machachi, sin que hubiese ocurrido nada digno de contarse. Si no temiera cansarles, les haría la descripción de nuestro amigo Bucheli en irreprochable traje de ciclista y llevando en un artefacto de su invención, sujeto a la bicicleta, más de un quintal de peso en herramientas y utensilios bastantes para montar un taller de mecánica de los buenos, que producían un estruendo tal que la gente se apartaba como si pasara un omnibus...
...A las dos en punto llegamos a un lugar en que el terreno ya no sube sino, que por el contrario empieza a descender bruscamente delante de nosotros. Estamos pues al borde del cráter. Confusamente lo comprendo y trato en vano de sobreponerme a la turbación que me produce tan desusado espectáculo. Aquello es el caos. Al dirigir nuestras miradas al interior del misterioso abismo, sufrimos una decepción, pues todo se hallaba cubierto de gases densos que nos impidió ver algo siquiera del monstruoso antro. Únicamente presentimos algo inmenso, algo sin fondo, ya que las piedras lanzadas hacia adentro no envían ningún sonido, como si cayeran en un abismo sin fin. Por momentos divisamos la abrupta pendiente casi vertical, y en ella enormes grietas humeantes que desaparecen instantáneamente, como si fueran una visión dantesca o una pesadilla.
Nevados de Ecuador y Quito Colonial, Ángel N. Bedoya Maruri, 1976

Crater del Volcán Cotopaxi
Los Institutos Geológicos de Polonia y Checoslovaquia prepararon durante dos años personal capacitado para trasladarse a nuestro país e investigar y recoger muestras del Cotopaxi por dentro y por fuera para de esta manera reconstruir el desarrollo volcánico clásico más reciente, ya que Europa y Asia el terreno volcánico es viejo y no pasa de tres mil metros de altura sobre el nivel mar.
La expedición compuesta de dos polacos y once checos incluida una mujer Cabina Zoubkova estuvo en Limpiopungo los primeros días de julio; durante un mes hicieron reconocimientos, ascendieron por tres veces a la cima del volcán pero el tiempo desfavorable no permitió el descenso al cráter, hasta que el 2 de septiembre de 1972 fue lograda la hazaña sin precedentes por dos polacos: Andrzej Paulo y Jerzy Dobrzynski y un checo Bedrich Nicolch.
El relato del episodio científico hicieron Andrzej jefe de operaciones y su compatriota Jerzy, el primero en descender al cráter; se publicó en la revista Vistazo de cuyas páginas transcribimos:
La inspección del borde del cráter no fue nada fácil. Había niebla y viento permanente y sólo dos ocasiones y por breves minutos pudimos contemplar el cráter en toda su magnitud. También fastidiaban las fumarolas de humo blanco gris que están manando permanentemente del fondo pero que al salir al aire libre cambia de dirección según lo dispone el viento. Este humo es un fluido caliente que tiene gases peligrosos para un ser viviente, como ácido sulfúrico y bióxido de azufre a más de anhídrido carbónico. De éstos, dos han ido formando una capa de azufre volcánico en parte de las paredes del cráter.
El cráter, en su conjunto, cuando pudimos ver en plenitud, nos produjo una sensación severa, estremecedora con su color amarillo pálido y sus fumarolas blancuzcas en constante amenaza.
… El primer día de septiembre, a las 22 horas (ocho de la noche) comenzó el ascenso final a la cima del Cotopaxi, éramos ocho hombres dispuestos a concluir la tarea. Llegamos al cráter al amanecer del siguiente día; es decir el 2 de septiembre. Hubo una hora de tiempo despejado, en ese lapso seleccionamos el sitio en que debíamos instalar el equipo de descenso, que así mismo es un equipo especial. Yo como jefe de operaciones debía quedarme arriba, atento a todo, mientras mi compañero polaco bajaba en primer lugar.
Comencé a descender a las once de la mañana (Jerzy); llevaba a mis espaldas la cápsula de oxígeno y en mi pecho el aparato de radiotelefonía. Bajaba atado a una cuerda y deslizándome por otra que previamente había sido lanzada al vacío. La visibilidad, al comienzo era unos diez metros; más abajo hubo más claridad y hasta pude divisar la pared opuesta del cráter, a unos doscientos metros de distancia.
Yo iba informando a mis compañeros, arriba, todo lo que veía y lo que podía tocar. Esto, sicológicamente era muy importante para mí y también para ellos. Descendí sin complicaciones unos 120 metros. Al principio la bajada perpendicular pero luego se hizo inclinada hasta que prácticamente podía pararme. En un momento perdí el equilibrio y grité; pero fue un sólo pequeño susto porque me había caído en una pequeña oquedad de un metro de alto. Para mí estos momentos fueron dramáticos. Tenía la respiración un poco acelerada pero no llegué a necesitar oxígeno.
A los veinte minutos bajó mi compañero checo y entre los dos comenzamos la excursión por el cráter. Nos ayudábamos mutuamente, para evitar cualquier riesgo inútil. Así, si él debía tomar la temperatura de las fumarolas con un termómetro atado a una varilla larga, yo le tenía asegurado. Si yo recogía muestras de rocas, él cuidaba por mí. Y todo el tiempo informábamos arriba sobre todo lo que veíamos o palpábamos. Hubo un solo momento en que mi compañero gritó y dijo una gruesa palabra en checo, que lo oyeron también arriba. Era que había apoyado una mano sobre una roca caliente, y se quemó un poco. En otro momento se nos vino una fumarola encima y tuvimos que ponernos nuestras máscaras antigases. Por lo demás, evitamos estas columnas de humo por su olor característico. Tomamos fotos a colores 6x6 y en 35 milímetros. También el camarógrafo tomó una película desde el borde, que esperamos salga bien.
La operación duró seis horas y terminó con la colocación de las banderas de Polonia y Checoslovaquia en el borde del cráter. El ascenso de los dos compañeros al borde del cráter fue mucho más difícil que la bajada porque debían vencer una especie de lengua de hielo que ofrecía muchas dificultades. El expedicionario checo se lastimó las manos en esta subida. Cuando salieron del cráter, los ocho hombres nos abrazamos emocionados. Esa misma tarde, casi al anochecer comenzamos a descender a nuestro campamento general, con nuestro equipo y diez kilos rocas recogidas en las entrañas del Cotopaxi… Hemos repetido el viaje que hiciera el profesor polaco Siemiradzki en 1874; él investigó las lavas del Cotopaxi por dentro, hemos completado la tarea.
Revista Montaña No. 17, Febrero de 1994

Pared de Yanasacha, Volcán Cotopaxi
Una página en la historia del Andinismo Ecuatoriano, se escribió el 1 de mayo de 1989, cuando miembros del Club Andinismo Ingeniería de la Universidad Central, abrieron una ruta en el lado oriental de la pared de Yanasacha, Volcán Cotopaxi.
Anotemos que la ilusión largamente acariciada por dichos montañeros, fue coronada con éxito después de diversos obstáculos, además que la mencionada pared fue codiciada en los últimos tiempos por los mejores montañeros del país, lo que hace más meritorio este hecho.
El proyecto de coronar el volcán escalando directamente por la pared YANASACHA fue objetivo planteado desde hace algún tiempo para lo cual se planificó el entrenamiento, análisis y observación de las posibles alternativas por los miembros que participaron en esta expedición, que llegó a feliz culminación el primero de mayo, como homenaje al trabajador Ecuatoriano.
La expedición estuvo integrada por: Edison Salgado (Jefe), Jorge Peñafiel, Eduardo Agama, Danilo Mayorga, Lesslie López, Roberto Jiménez, Oscar Villacis, Sandro Celi y Rudy Chain (Camarógrafo).
Los indicados montañeros partieron desde el Refugio Padre José Ribas, el sábado a las 09hOO para realizar un campamento de altura en la base misma de la pared a 5.700 m., luego de una larga y penosa ascensión, debido a la nieve floja de la ruta, el tiempo malo reinante, y las pesadas mochilas que cargaban a sus espaldas.
El domingo muy temprano, después de un reconfortante descanso, 4 escaladores salen a equipar la ruta en su tramo de roca, a las 08h30, empiezan a trabajar en la misma. Jorge Peñafiel puntea los dos primeros largos de cuerda, para continuar Eduardo Agama con el tercer largo de cuerda, el cuarto largo de cuerda lo hace nuevamente Jorge Peñafiel, habiendo terminado así el trabajo en roca siendo las 14h30 deciden regresar al campamento base, para al día siguiente, efectuar el ataque final.
El trabajo realizado, este día fue muy difícil ya que exigió mucha precaución, técnica y uso adecuado del equipo de escalada en roca, debido al material volcánico muy Inestable con desprendimientos de arena y roca, además de una pertinaz nevada y el frío reinante.
El lunes 1 de mayo a las 07h30, empiezan a subir por las cuerdas fijas colocadas el día anterior, llegando al glaciar a las 10h00, cuando Edison Salgado, continúa la escalada en el tramo final de la pared, que consiste en dos largos de cuerda en hielo y nieve.
Si el tramo rocoso fue difícil, no menos lo fue esta parte: placas de hielo y nieve, paredes muy escarpadas de hasta 90 grados, en donde el uso del material de hielo fue muy frecuente. Finalmente se logra remontar la capa de hielo que está sobre YANASACHA, a las 14h00 y luego continuar hasta la cumbre del volcán, a las 14h30 se inicia el descenso al campamento base y al refugio.
Los escaladores que realizaron este primer ascenso son: Edison Salgado, Jorge Peñafiel, Eduardo Agama y Danilo Mayorga, quienes bautizaron esta ruta como: “LA RUTA DE INGENIERIA”.
Revista Deportes sin Límite, Julio de 1998. Autor: Gabriel Llano.
Recuerdo que luego de haber escrito una carta a los señores de Deportes Sin Límite, me quedó un mal sabor de boca al reclamar y alentar, más no dar ejemplos prácticos, sobre las nuevas rutas que todavía se pueden realizar en el país. Así, luego de asistir a la graduación de Guías de Montaña, evento que convocó a muchos escaladores del medio, fui presa de la ilusión de retornar al Cotopaxi para tratar de conseguir que dejáramos cerrado el capítulo de la vía de la Arista Nor-Oriental.
Entonces al siguiente día, después de sobrevivir a un tenaz embotellamiento en casa de un amigo, salimos en la mañana con dirección al cerro. Éramos: Gaspar Navarrete, Jurg Arnet y quién escribe este pequeño relato; debía acompañarnos Oswaldo Freire, pero lamentablemente -él dice que pese a su oposición- no pudo librarse del ya mentado embotellamiento.
Con la taquicardia al máximo grado y los pelos de punta, producto de esquivar los baches y rebasar a los señores buseros que sólo iban a 140 km. por hora, nuestro apacible amigo Jurg nos llevó en su exocet blanco hasta el parqueadero del Coto, a 4600 m. de altitud.
Ya en el refugio, luego de ingerir más de un litro de agua de valeriana para asentar los nervios, revisamos el equipo por enésima vez y a la 15h.15 salimos con dirección oriental, es decir hacia el glaciar en el que se realizan las prácticas con los novatos previo el ascenso. Desde ahí debimos cruzar tres aristas más, lo que implicó un nuevo paso por el arenal antes de ingresar al glaciar. Cerca de las 19h.30, a una altura aproximada de 5070 m. instalamos el vivac.
Achachay, qué frío! A las 03h.00 levantamos el vivac y partimos. Debido al buen olfato de los tres logramos salir hasta una grieta que parecía iba a destrozar la ilusión de llegar a la cumbre, pero gracias a Dios, que cuida de sus animalitos, encontramos un paso inestable y precario, sin embargo, paso al final. Un par de grietas más con salidas verticales y una última que presentaba un muro de más de 20 m. de nieve floja e inestable que le hacía realmente nada fácil. Superado este delicado sector enfilamos rumbo con dirección a los domos cimeros que estaban forrados de una placa de viento muy profunda en la cual es la primera vez -debo confesarlo- que estoy literalmente gateando en la montaña; sin embargo, mis cuadrúpedas huellas no eran las únicas sobre la nieve, dos profundos canales señalaban el sinuoso camino trazado por las perfiladas y nada cortas narices de mis compañeros que casi como yo iban literalmente clavados contra la montaña. Este tramo nos toma alrededor de una hora y media, pero afortunadamente termina y con esto culmina la vía también.
Alcanzamos el borde superior del cráter a las 10h.00. Estamos a unos setenta metros al sur del lugar en que se instaló el sismógrafo del Geofísico de la Politécnica Nacional, y según nos comenta Jurg en 15 minutos llegaríamos a la cumbre. Lo que él no sabía era que la grieta cimera está abierta unos dos metros y es a desnivel, por lo cual ni intenciones quedan de hacerse el atleta y saltar. Bueno, retornamos al filo del cráter y nos descolgamos hacia el anillo interior; efectuamos una travesía y salimos a la ruta normal para regresar al refugio a las 15h.30 y encontramos con nuestro común amigo el "buen genio" Rojas que procede a felicitarnos efusivamente.
Como corolario, comentario y sugerencia, digo que es una vía seria pero realizable, en la que una de las atracciones es que al no ver la pared de Yanasacha durante la ascensión parece que estamos en otra montaña.
Sugiero iniciar el primer día temprano en la mañana por varias razones: ascender la mayor altura posible, escoger un sitio seguro para el vivac y, analizar la ruta de ingreso y salida con mayor tiempo y cuidado para evitar los sitios de posibles avalanchas que son muchos.
Mucho ojo con el estado de la nieve y el clima!