Relatos de escalada

Revista Montaña No. 16, Evelio Echevarría

En un libro escrito durante la Colonia, el alcalde de Quito, Toribio de Ortiguera, describe la erupción de aquel año del "espantoso volcán y boca de fuego que hay cerca de la ciudad de Quito". Siguen las partes sobre la llegada a la cima y cráter de 4.791 metros:

... Deseosos de ver por vista de ojos una cosa tan extraña y de donde procediese la causa dello, determinó el licenciado Francisco de Auncíbar... de irlo a ver personalmente. Convidó con determinación de que se dijese allá misa, a don Alonso de Aguilar, cura de la santa iglesia catedral de Quito, y a Juan Sánchez Miño... al capitán Juan de Galarza... al capitán Juan de Londoño y a Toribio de Ortiguera, que es el que escribe esta relación, además de los cuales fueron otros muchos españoles e indios e indias, negros, negras de servicio. Salimos de Quito sábado después de mediodía, veinte y ocho de julio del 82... al otro día domingo... subimos a pie el cerro arriba por ser muy áspero y de terribles peñascos, todos cubiertos de ceniza, nieve y hielo, con aire tan frío que nos cegaba con la ceniza y el mucho frío... Llegados que fuimos a la boca del volcán o boca de fuego, porque no hubo cosa que lo impidiese, lo vimos, y es en esta manera: que está en un cerro, el más alto y enriscado de todos cuantos hay en todo aquel circuito, en medio del cual está el espacioso hueco en que habrá al parecer más de quinientos estados de hondo y en el principio y redondo por la boca tendrá una legua de círculo... Tiene esta boca una extraña contrariedad: que con haber en lo bajo y hondo de ella fuego y los humos que se han visto, al principio y alto de ella hace tan terrible frío y en tanta manera que ninguno de los sacerdotes que fueron pudo decir misa...

Nevados de Ecuador y Quito Colonial, Ángel N. Bedoya Maruri, 1976

<em>Alexander von Humboldt</em>, por Joseph Karl Stieler, 1781 - 1858, pintor alemán

Alexander von Humboldt, por Joseph Karl Stieler, 1781 - 1858, pintor alemán

He logrado llegar el 26 y 28 de mayo de 1802 al borde del cráter del Pichincha, montaña que domina la ciudad de Quito. Hasta aquí nadie, que sepa, si no es La Condamine lo había visto nunca y la Condamine mismo no había llegado a él sino después de cinco o seis días de recorridos inútiles y sin instrumentos y no había podido permanecer ahí más que doce o quince minutos por causa del frío que hacía. Logré llevar allí mis instrumentos; tomé las medidas que eran interesantes conocer, y recogí aire para hacer mis análisis. Hice mi primer viaje sólo con un indio. Como la Condamine se había acercado al cráter por la parte baja de su borde cubierto de nieve, fue allí donde siguiendo sus huellas, hice mi primera tentativa.

Pero escapamos de perecer, el indio cayó hasta el pecho en una grieta y vimos con horror que habíamos andado sobre un puente de nieve congelada; pues, a algunos pasos de nosotros había hoyos por los cuales pasaba la luz. Nos hallábamos entonces, sin saberlo, encima de bóvedas que están pegadas al cráter mismo. Asustado, pero no desmoralizado, cambié de proyecto. Del contorno del cráter salen, lanzándose por decirlo así, tres picos, tres rocas que no están cubiertas de nieve, porque los vapores que exhala la boca del volcán los funde en ella sin cesar. Subí a una de esas rocas y hallé en su cima una piedra que estando sostenida por un lado solamente y socavada por debajo, avanzaba en forma de balcón sobre el precipicio, Ahí me instalé para hacer mis experiencias. Pero esta piedra no tiene más de cerca de doce pies de largo, por seis de ancho y está muy agitada por sacudidas frecuentes de temblores, de los cuales contamos dieciocho en menos de treinta minutos. Para mejor examinar el fondo del cráter, nos acostamos boca abajo y no creo que la imaginación pueda figurarse algo más triste, lúgubre y espantoso de lo que vimos entonces. La boca del volcán forma un hoyo circular de cerca de una legua de circunferencia cuyos bordes, cortados a pico, están cubiertos de nieve por la parte superior; el interior es de un negro oscuro, pero el abismo es tan inmenso, que se distingue la cima de varias montañas que están colocadas en él, su cumbre parecía estar a trescientas toesas por debajo de nosotros; juzgué entonces dónde debe hallarse su base. No dudo que el fondo del cráter esté a la misma altura de la ciudad de Quito...

Carta dirigida al profesor Guillermo Jameson, 1857

Gabriel <em>García Moreno</em>, Presidente del Ecuador, 1861-1865 y 1869-1875

Gabriel García Moreno, Presidente del Ecuador, 1861-1865 y 1869-1875

EI doctor Gabriel García Moreno, Presidente del Ecuador, fue además de político un científico y deportista. Sus historiadores refieren que García Moreno ascendió cinco veces al volcán Pichincha y descendió a sus fumarolas. También se dice que visitó en una ocasión el Sangay en plena erupción.

A continuación ofrecemos el relato del propio García Moreno, realizada en diciembre de 1857, según carta dirigida a su amigo, el profesor Guillermo Jameson.

Mi querido amigo:

E aquí una breve reseña de mi último viaje al volcán que domina Quito. La corta distancia a que se halla situado de esta ciudad el volcán Pichincha, ha contribuido a excitar la curiosidad de los viajeros científicos que han visitado el territorio del Ecuador, siendo causa también de que sean bien conocidos el estado y la forma de dicho volcán.

Bouguer y La Condamine fueron los primeros que en 1742 alcanzaron el del cráter. El célebre Alejandro de Humbolt en mayo de 1802 ascendió por dos veces sobre el muro gigantesco de dolerita que forma el borde oriental del volcán; y unos treinta años después el malogrado coronel Hall, paisano de usted y mister Boussingault siguieron el mismo camino, pero desde el 1844 en que el señor Sebastián Wisse y yo bajamos a explorarlo, nadie ha llegado hasta el fondo. En agosto de 1845 volvimos con la intención de levantar el plano topográfico del volcán midiendo las alturas, etc., y a fin de llevar a cabo este propósito, tuvimos que pasar tres días y tres noches en las dos oquedades más profundas que forman el volcán.

DESCRIPCION DEL CRATER

En una vista orográfica, nuestra segunda expedición nos dio los resultados que anhelábamos. El Pichincha, colocado al sur oeste de Quito forma dos grandes cavidades, la una al este de la cavidad oriental llamada sin razón suficiente cráter oriental, tiene la forma de un valle estrecho, largo y profundo, por cuya mitad corre de norte a sur una quebrada que recibe las lluvias y las nieves derretidas.

En la parte superior de esta hoya hay una ligera depresión de forma elíptica y perfectamente horizontal en el fondo, muy parecida a un laguito de los Alpes, desecado por el sol, depresión que al mismo tiempo hace pensar por su forma en la existencia de algún cráter apagado. La profundidad de este supuesto cráter es de 320m. bajo la muralla de las orientales, y ya que la más alta de ésta alcanza a 4798 m. sobre el nivel del mar, la altitud del fondo del cráter oriental es de 532 m.

La cavidad occidental o más profundamente el verdadero cráter del Pichincha, es uno de los objetos más importantes que pueden presentarse al naturalista. Situado en la pendiente occidental del Pichincha, y distinto de los demás cráteres del Ecuador, que se hallan en la cúspide de conos regulares cubiertos de nieve, éste tiene la figura de un cono truncado, colocado sobre su base inferior (¿menor?), que tiene 450 m. de diámetro y se alza a la altura de 700 m.

Su profundidad desde el borde oriental es enorme, y cuando uno mira de encima de los inmensos torreones de dolerita y traquita cuya elevación es de 750 m. a veces cortados verticalmente y en pendientes más o menos escarpadas y variadas, uno experimenta tal impresión que no se le borra durante toda su vida. Hacia la parte occidental la altura de las paredes del cráter disminuye gradualmente, dejando abierta al oeste una grieta por donde se escapan juntas las aguas de las lluvias y los deshielos.

EL CONO DE ERUPCION

En el medio del plano inclinado que constituye el fondo del volcán, levantase el actual cono de erupción; tiene 250 m. de diámetro, 80 m. de alto sobre el fondo de la mitad del cráter y 4177 m. sobre el nivel del mar, estando a 1269 sobre Quito. Este cerrito es el centro de la actividad del Pichincha, y en 1845 ofrecía claros indicios de quedar por muchos años en ese estado, sin aumento de intensidad. Gran parte de este cono se halla cubierto de vegetación. Dos barrancos, partiendo en diversas direcciones, le ciñe por completo, hasta que se unen en la hendidura de que he hablado; y en los dos puntos desde donde el cono de erupción se deprime (el uno en el centro y el otro al SE), se desprende en abundancia un vapor caliente y sulfuroso, que reviste de azufre los huecos e intersticios de las rocas de que se compone el cono.

En la expedición 1845, no nos fue dado estudiar los productos volcánicos y vegetales que presentaba el cráter. Para examinar su estado actual y suplir esa falta descendí el 16 del mes de diciembre llevando en cuanto era posible lo necesario para la peligrosa situación en que esperaba verme colocado. Estuve ocupado algo más de tres horas en la bajada, y a las once y media del día encontré el lado del cono de erupción. La forma que éste presenta demuestra que el fondo del Pichincha ha sido recientemente el teatro de considerables convulsiones. La vegetación que lo cubría ha desaparecido del lado oriental; la depresión que existe hacia el SE, al pie del cono se ha ensanchado, y ha rellenado una parte del cortado recinto, obstruyendo perpendicularmente una ancha muralla de piedras arrojadas indudablemente del interior.

Cerca de ésta y hacia el sur se ha formado, desde 1845, una nueva depresión o hablando más propiamente un nuevo cráter occidental de donde se alza una gran masa de vapor de vapor, de tal suerte que el cono de erupción tiene por ahora tres aberturas o cráteres: el principal, que ocupa la parte más alta; el antiguo cráter occidental, colocado al SE, y el nuevo cráter occidental abierto, al parecer al pie y al sur del principal.

LOS VAPORES

La actividad volcánica del Pichincha ha aumentadon'tablemente, como se manifiesta por la mayor exhalación de vapores. En 1845, las chimeneas por donde salían los gases, formaban seis grupos de los cuales sólo el uno era considerable. Ahora los vapores se escapan por innumerables intersticios y huecos, que dejan las piedras en cada uno de los cráteres, y en el principal se oye un ruido semejante al que haría una inmensa caldera de agua hirviendo.

Llenando con agua un tubo graduado, y colocándolo dentro de los intersticios, recogí los gases varias veces, con el objeto de analizarlos, y además los condensé por medio de una botella de agua fría y recogí las gotas del líquido que se formó. El resultado de mi es que los gases Pichincha contienen rastros, apenas perceptibles, de ácido sulfuroso, sulfúrico y sulfhídrico, cuatro por ciento ácido carbónico y lo demás compuesto exclusivamente de agua.

ESPERANZA DE VOLVER

Sali del Pichincha el 18 diciembre, después de haber pasado la noche anterior dentro del cráter a 150 m. del cono de erupción. Deseoso de continuar mis observaciones, abrigo la esperanza de volver al cráter en el presente año, a fin de pasar adentro algunos días, y consideraré mi última expedición como un paso preparatorio y necesario para otra más importante.

Antes de emprenderla, daré con el punto por donde el descenso al fondo Pichincha puede ser más fácil evitando el eminente peligro de precipitarse al bajar la pared oriental.

En 1844 el señor Wisse se salvó por fortuna, a punto de rodar de cabeza en un horroroso abismo. Igual accidente me acaeció en 1845, y en diciembre del año pasado, el hijo de usted que me acompañaba, por poco encuentra su sepulcro en el abismo. No dudo que al bajar 740 m. de rocas en donde las manos sirven más que los pies, un paso temerario tendría muy fatales consecuencias.

Soy de usted, muy atento y seguro servidor.

Gabriel García Moreno

Nevados de Ecuador y Quito Colonial, Ángel N. Bedoya Maruri, 1976

<em>Wilhelm Reiss</em> (13 Junio 1838 – 29 Septiembre 1908), Geólogo y Explorador Alemán

Wilhelm Reiss (13 Junio 1838 – 29 Septiembre 1908), Geólogo y Explorador Alemán

El 19 antes de la salida del sol habíamos alcanzado el filo del cráter, si en general, se puede hablar de un filo o borde de cráter, pues todo el cerro está excavado, abriendo hacia el oeste y noroeste espantosos y abruptos peñascos que rodean a la gran caldera, cuyo interior se descompone por algunos dorsos en una serie de valles. La parte norte de esta gran caldera está separada del resto por una alta pared de rocas, cuyas caídas interiores casi perpendicularmente forman una pequeña caldera o cráter. En su pie, es decir, en el fondo de la caldera, se encuentra una cantidad de fumarolas bastante activas, cuyos gases reuniéndose en una sola columna, salen como nubes blancas sobre la circunvalación. Es una caldera como en el volcán de Pasto, en el Chiles y en el Cerro Negro, valle-caldera que se puede comparar con la del Palma, pero jamás se le puede caracterizar como un cráter. Las rápidas paredes (en su parte superior se puede calcular en 400 a 500 m. de profundidad) que le rodean, están cubiertas con nuevo hielo e impedían cualquier intento para llegar a su interior. La vista desde las diferentes partes de los bordes de la caldera es maravillosa; por un lado la profunda caldera, con paredes de roca negra, las blancas nubes formadas por los gases y que se dirigen hacia el oeste, hacia Esmeraldas y que forma el río Mindo; por otro lado, los pocos dispersos declivios de la montaña cónica, cubiertos con cenizas y fragmentos de piedra pómez, de los cuales se destacan inmensas masas de lava negra, formando el pico más alto; abajo, los pajonales y la zona estrecha del bosque que limita en su parte superior al ancho valle pradera de Lloa...

Viaje a Través de los Majestuosos Andes de Ecuador, Edward Whymper

El segundo campamento en el Pichincha.

El segundo campamento en el Pichincha.

Antes de seguir hacia el N., hicimos una excursión a la cima del Pichincha. Considerando su extensión, es ésta una importante montaña; su parte que se eleva a más de 10,000 pies sobre el nivel del mar cubre un área de 15 millas de N. a S., y su cima se halla a 6,000 pies sobre Quito. Pero tiene muy poco de carácter montañoso: se compone en su mayor parte de declives ondulantes, cubiertos de herbaje, sobre los cuales puede uno llegar a caballo hasta los 14,000 pies de altura. Es imposible tener gran respeto a una eminencia a donde se puede llegar a lomo de mula; y es la verdad que la ascensión del Pichincha apenas presenta alguna mayor dificultad que la del Eggischorn.

Salimos de Quito el 21 de marzo a las 7.55, con una recua de siete animales, conducida por tres arrieros; pasamos al O. del Panecillo, por el pueblo de La Magdalena, y dejando a la izquierda a Chillogallo, principiamos a ascender los declives del Pichincha, subiendo primero a una pequeña colina, volvimos a descender hasta el pueblo de Lloa, y luego principiamos a ascender de nuevo, a través de prados seguidos por una considerable extensión de bosque. En un sendero resbaladizo que se internaba entre dos paredes de roca, tropezó una de nuestras mulas y cayó con las patas dobladas hacia abajo; nuestro arriero en jefe, natural de Chillogallo, después de ligeros esfuerzos por levantarla, hubo de abandonarla en el sitio. Nos sobrevino después el acostumbrado baño-aguacero de la tarde y, rodeados por la niebla, nos quedamos perplejos acerca de nuestro paradero. Acampamos a las 4 p.m., en medio de la cellisca, incapaces de ver nada a cien yardas a la redonda, y enviamos a los arrieros y a los animales, de regreso a Lloa.Por la noche, cuando la atmósfera se despejó, pudimos ver que habíamos acampado casi en el punto medio entre los picos del Pichincha, los que conjeturamos ser los llamados Rucu y Guagua.

Escritores anteriores hacen numerosas alusiones a estas cumbres y a los cráteres del Pichincha; varias personas, en Quito, me aseguraron que habían visitado los cráteres, pues decían que eran varios; pero, no me era posible por estos datos determinar la posición relativa de las cimas, ni dónde estaban situados los cráteres, y cuando aparecieron los dos picos, no teníamos seguridad de cuál de los dos era el más alto. El que estaba a la derecha, o sea el oriental, parecía ser el más bajo y presentar mayores facilidades para la ascensión, y envié a Luis para intentarla, mientras Juan Antonio y Verity prestaban su atención al otro.

Durante su ausencia yo ascendí a la depresión del nudo que une los dos picos, o ensillada como se la llama en el país. Su otra vertiente era muy escarpada y, hasta donde la niebla permitía ver, parecía ésta un valle de la montaña. Esperé el regreso de mi gente y, como sus informes concordaban con nuestra suposición de que el pico occidental era el más elevado la tarde trasladamos nuestro campamento a una especie de cueva que había descubierto Juan Antonio, lugar conveniente, en donde algunas cavidades de la lava estaban protegidas por masas sobresalientes, con espacio suficiente para que cada uno seleccionara su rincón; y así, mis ayudantes pudieron roncar ad libitum, sin sentir en las costillas el mortificante cosquilleo de las hachas.

Desde este refugio que se hallaba justamente a mil pies debajo de la cumbre del Guagua-Pichincha, se obtenía una vista excelente del S. y del E. Vimos las cumbres del Illiniza y del Corazón que se destacaban por encima de la del Atacazo. Veíamos al Cotopaxi y al Antisana a unas 40 millas de distancia cada uno, iluminados por la luz de la luna. Durante la noche oí, con intervalos irregulares y no a gran distancia, silbidos del todo iguales a los producidos por los escapes de vapor, en el cráter del Cotopaxi. El minimum de la temperatura durante la noche fue de 290 Faht.

A la siguiente mañana, 23 de marzo, todos cuatro seguimos el trayecto de Juan Antonio, y al llegar al lomo occidental del Guagua, observé una caída muy pronunciada hacia el lado septentrional, donde era probable que estuviese situado el cráter. Cruzamos ese lomo y después de descender unos 400 pies, vimos que nos encontrábamos en el valle que había yo observado desde la ensillada. La parte superior era rocosa, escarpada y desnuda, Y los declives inferiores se hallaban cubiertos de una buena cantidad de vegetación, entre la que no había humo, vapor, fisuras ni cosa semejante que nos indicara el fondo del cráter de un volcán que se dice ha estado en reciente actividad. No obstante, éste es sin duda un cráter del Pichincha: su profundidad computándola desde el punto más alto de la montaña, es no menor que dos mil pies; su anchura es de otro tanto, por lo menos; y la longitud de la parte que nosotros vimos era, tal vez, de más de una milla; pero, no tiene la simetría del cráter del Cotopaxi. Su extremidad occidental estuvo velada por la niebla durante toda nuestra permanencia en la cumbre.

Volvimos a ascender a la arista del lomo, y la seguimos hasta que Juan Antonio nos dijo, que habíamos llegado a la cumbre. En el frente volvían los peñascos a declinar, y no había razón para que dudáramos de lo que nos decía; pero, mientras se desembalaba el barómetro, surgieron a lo lejos, algunos riscos de entre la niebla. "Carrel, le dije, si estamos en la cumbre del Pichincha, ¿qué será eso?" Se quedó mudo durante unos momentos, y luego murmuró: "Vamos! No lo había visto antes". Volvimos a guardar el barómetro y proseguimos la marcha; después de media hora estábamos en la verdadera cima del Pichincha. Con respecto a esta ascensión, puede decirse que es posible para cualquiera persona de moderada actividad. El camino recto hacia el pico es el lomo que se dirige hacia el 0., y es probable que esta ruta se haya seguido con anterioridad; pues, los otros lados, aunque no inaccesibles, son muy escarpados.

La cumbre del Guagua-Pichincha era una cresta de lava de unos 150 pies de largo, roca firme en su mayor parte, aunque salpicada de cantos sueltos, despedazados, entre los que había una gran cantidad de pedazos de piedra pómez, hasta de un pie o más de diámetro. Muy cerca del punto más elevado, (15,918 pies), un pequeño montón de piedras había sido juntado, con evidencia, por la mano del hombre. Los lechos de nieve tenían grietas algo numerosas; a pesar de que la cima de la montaña apenas llega a la línea de las nieves eternas.

Toda la cresta de la cumbre tenía un aspecto de antigüedad, crecían en ella gran cantidad de líquenes, (Gyrophora sp., Lecidea sp., y Neuropogon melaxanthus, Nyl.), y a menos de 50 pies en su punto más elevado había una planta grande, de gruesas y lanudas hojas y flores casi blancas, colgantes y vellosas, presumo que una Culcitium, uno de los ejemplares que nos llamaban constantemente la atención por su reaparición a cierta altura. La encontrábamos siempre que habíamos llegado a 14,000 pies y nunca la vimos en una altura menor. Por su tamaño y especiales caracteres no era fácil dejarla pasar desadvertida; y, no creo estar muy errado señalando su zona de altura entre unos 13,500 y 16,000 pies sobre el nivel del mar.

Veintiún especies de escarabajos recogí en el Pichincha, entre los 12,000 y los 15,600 pies de altura, los que pertenecían en su mayor parte a las especies Caribidae, Otiorrhynchidae y Curculionidae, todos nuevos para la ciencia…

Geografía y Geología del Ecuador, Teodoro Wolf, 1892

<em>Theodor Wolf</em>, 1841 - 1924, Científico Alemán

Theodor Wolf, 1841 - 1924, Científico Alemán

El Pichincha es el primer volcán de actividad histórica, y a la vez el único en la cordillera Occidental. Hoy está dormido, pero no apagado del todo, y no hace muchos años que dio señales de despertarse de nuevo. Es probable que, al tiempo de la conquista, se hallase en un estado semejante de tranquilidad. Por primera vez asustó a los habitantes de Quito 32 años después de la fundación de esta ciudad, con una erupción fuerte, el 17 y 18 de octubre de 1566, y el 16 de noviembre del mismo año. El 8 de septiembre de 1575 se repitió el mismo acontecimiento con más fuerza, y otra vez el 14 de junio y desde el 11 hasta el 14 de julio de 1582. Después de una actividad enérgica de 16 años, el Pichincha se tranquilizó y no molestó a los quiteños durante 78 años. Pero entonces, el 27 de octubre de 1660, se despertó de repente e hizo la erupción más espantosa que recuerde la historia. Existen en Quito muchos documentos auténticos sobre este acontecimiento. Es uno de los fenómenos volcánicos más grandes que presenta la historia del Ecuador; y como si el Pichincha hubiese agotado con esta erupción todas sus fuerzas, recayó en un letargo profundo, sin levantarse desde entonces a una actividad algo considerable.

El cráter se halla en el estado de solfatara, exhalando vapores acuosos y gases sulfurosos: algunas veces se levanta una columna de humo más densa sobre la cúspide del volcán, y es probable que también en nuestro siglo (siglo XIX) hizo algunas erupciones débiles, que pasaron casi desapercibidas en la Capital, por ejemplo, hacia el año de 1830, y el 10 de marzo de 1881.

De las relaciones antiguas podemos deducir que las erupciones de materiales triturados, se componen de vías de ceniza, arena, "lapilli", piedra pómez, bombas de toda clase y fragmentos de lava y andesita. Corrientes de lava fresca (histórica) no conocemos en este volcán, a lo menos no en sus lados orientales y meridionales. Si existen algunas, deben buscarse en faldas occidentales casi inaccesibles, hacia donde el cráter está abierto.

Otras rutas abiertas
Charles-Marie de La Condamine y Bouguer1742
Gabriel García Moreno1844

* Pintura de portada: Pichincha, Frederic Edwin Church (Philadelphia Museum of Art), 1867